La idea clave a retener…
Una buena reputación es una tarjeta de presentación. Atrae clientes e inversores. Del mismo modo que preferimos contratar profesionales con buena reputación, también preferimos ser empleados por las empresas de más prestigio y más renombradas.
El punto es este: una reputación es valiosa porque nos informa qué productos comprar, en qué compañías trabajar o en qué acciones invertir. Al mismo tiempo, es algo de un considerable valor estratégico porque llama la atención sobre los aspectos atractivos de una compañía y amplía las opciones disponibles para sus gerentes, por ejemplo, si subir o bajar los precios de los productos o servicios o implementar programas de innovación.
Las cuestiones de reputación tienen gran importancia, particularmente en instituciones basadas en el conocimiento como consultoras, estudios de abogados, bancos de inversión, hospitales o sanatorios y universidades; sus bienes más valiosos -el servicio que proveen- son absolutamente intangibles.
Un largo camino a recorrer, pero tiene recompensa…
Alcanzar prestigio requiere un trabajo a largo plazo, construyendo la ventaja competitiva. Las grandes empresas desarrollan reputaciones ganadoras creando y proyectando un grupo de habilidades que son reconocidas como únicas. Para algunas compañías, eso significa diferenciarse ellas mismas a través de la innovación -aportando nuevas ideas, transformándolas en productos y comercializándolos bien-. En otras compañías proviene de desarrollar excelencia operativa -una posición de bajo costo con un excelente sistema de distribución- o cercanía con el cliente -fuerza distintiva en atención a clientes y en resolución de problemas-.
- La reputación confiere claras ventajas y privilegios a las compañías. Confiamos en aquellas empresas que respetamos, por lo tanto le otorgamos el beneficio de la duda en situaciones ambiguas. Una buena reputación constituye una ventaja competitiva sobre los rivales o competidores. Es muy difícil de igualar y pone límites a lo que pueden hacer los competidores.
- Al mismo tiempo, una buena reputación, crea responsabilidades. Poder mantener altos niveles de estima crea obligaciones que los gerentes y las compañías deben enfrentar, ya sea encontrando un nivel particular de empleados, un nivel de calidad de clientes o un nivel de rentabilidad para los inversores.
La reputación de una empresa o de un despacho es un bien frágil e intangible que debemos aprender a explotar, por lo menos, tan bien como lo hacemos con otros bienes tangibles , como el capital de trabajo o los equipos informáticos o tecnológicos. Por cierto, aprender a gestionar el «capital reputacional» puede ser la más esencial y estratégica tarea que nuestros ejecutivos deben enfrentar en su lucha para competir en un entorno de negocios cada vez más competitivo y mejor informado. Sobre todo en la era actual del reinado y tiranía de las redes sociales o el mundo social Media
Una última reflexión..
La pregunta que cabe hacernos es: ¿una herramienta comunicacional o de marketing puede poner en riesgo la reputación de la organización apoyada en el hecho de prometer ventajas, beneficios u objetivos difíciles de demostrar? Cuando la organización promete beneficios difíciles de probar o demostrar es evidente que la reputación de nuestra firma puede peligrar. Tengámoslo presente y seamos estrictos.
Herramientas que ayudan a construir una reputación..
El Plan de Comunicación de nuestro despacho
Tan importante como la publicidad, está la puesta en marcha de un plan de comunicación que transmita la imagen del despacho a los diferentes mercados en los que se mueve y, que además, lo haga de una forma creíble.
En todo plan de comunicación hay que tener en cuenta tres aspectos:
- La definición de la identidad corporativa. Es decir, lo que es la asesoría, sus objetivos corporativos y principios. De ahí se extraerán los atributos de identidad que hay que proyectar al mercado.
- La imagen percibida actualmente. Lo que el mercado percibe hoy en día de la asesoría.
- La imagen ideal del despacho; la imagen que queremos transmitir a los diferentes mercados debe responder a un Plan Estratégico de Imagen, en el que deben quedar establecidos los target diferentes a los que dirigir las acciones de comunicación, con una estrategia propia y específica para cada uno de ellos.
El plan de comunicación contiene tres grandes áreas:
- La definición de los objetivos de comunicación más adecuados para transformar la imagen actual de la asesoría en la imagen ideal para cada uno de los públicos.
- La definición de la estrategia de medios y de mensajes que mejor se adapten a la consecución de los objetivos previamente definidos.
- La definición de un calendario de actuación y la evaluación de los costes de las acciones propuestas, así como un instrumento de control para realizar un seguimiento de plan.
Con respecto a las campañas de comunicación, que también pueden ser subcontratadas o llevadas a cabo por la propia asesoría, señalar que son el conjunto de mensajes e informes que se elaboran con la finalidad de hacerlos llegar a los diferentes medios, para que éstos se hagan eco del contenido de los mismos, y así crear expectativas de nuevos clientes, sensibilizar a la opinión pública, aportar datos informativos, contenidos publicitarios…