¿Por qué la responsabilidad social?
La responsabilidad social corporativa está despertando en los últimos años un enorme interés por parte del sector empresarial, las escuelas de negocio, los inversores e incluso algunos gobiernos. Desde finales de los noventa han ido apareciendo en el panorama internacional diferentes iniciativas, códigos, normas encaminados a promover un comportamiento de empresas más ético, sostenible y respetuoso con la sociedad y el ambiente. La mayoría de estas recomendaciones, de carácter voluntario pretenden animar al desarrollo de políticas y estrategias en las empresas que incorporen estos criterios argumentando su necesidad desde diferentes puntos de vista: morales, económicos y sociales. Pero, ¿cómo conseguir que estas demandas sociales no se queden solo en buenas intenciones y se traduzcan en buenas prácticas de gestión empresarial que beneficien a todos? ¿Cuál debe ser la contribución de los diferentes agentes sociales y de las instituciones en la promoción y gestión de aspectos ligados a la RSC?
Este mundo globalizado e interrelacionado como nunca, donde las grandes corporaciones multinacionales llegan a tener presupuestos superiores al de algunos Estados requiere unas normas de conducta empresarial que, dentro del libre juego del mercado, minimicen los impactos sociales y medioambientales que la actividad económica de dichas organizaciones conlleva a lo largo y ancho del planeta. El viejo modelo de gestión empresarial basado en la maximización del beneficio para el accionista con una visión cortoplacista ha demostrado ser no sólo perjudicial para la sociedad en general sino también para los propios accionistas, especialmente aquellos con menor poder negociador y con intereses a largo plazo.
El enfoque contractual tradicional de la empresa (contratos entre principal y agente) contrasta con el nuevo enfoque comunitario en el que la empresa no se considera como un ente abstracto sino como una institución social con personalidad jurídica propia —independientemente de la de sus partícipes— con derechos y obligaciones en cuanto tal. En el modelo financiero de empresa, los individuos son los sujetos básicos del análisis y la igualdad contractual entre ellos, se considera garantizada por su libertad para renunciar a la relación y abandonar la empresa.
Esta visión de la empresa como nexo de contratos, parte de la hipótesis de una negociación justa entre todas las partes afectadas, algo difícil de creer en la situación actual. La reducción de la empresa a una ficción legal, detrás de la cual sólo existe una serie de contratos privados (un cuasi-mercado), se olvida de que existe una empresa como organización, coalición o asociación de agentes económicos aparte de los individuos que la componen. (Rodríguez, 2003)
Los activos físicos ya no son el único recurso crítico. El capital humano ha aumentado su protagonismo, lo mismo que contar con una buena red de proveedores o socios comerciales y compartir tecnología. Los trabajadores no son autómatas encargados de manejar activos valiosos, sino activos en sí mismos (Rajas y Zingales, 1998, 2000).
Según Kay (1996), la compañía (que no empresa) es una institución social articulada mediante un nexo de relaciones de confianza mantenidas a largo plazo. Ello supone que administradores y gerentes deben preservar y aumentar el valor de los activos bajo su control, no actuar meramente como agentes de los accionistas. Activos son no sólo los tangibles sino también las capacidades de los empleados, las expectativas de los clientes o proveedores, la reputación e imagen de la empresa dentro de la sociedad, etcétera, Activos que el mercado financiero puede no estar valorando en el corto plazo pero que son decisivos en el largo plazo.
El argumento a favor de la RSE es pues un argumento moral que no entra a analizar los beneficios económicos inmediatos de que las empresas asuman estas estrategias de gestión.
Por otro lado, no es moral, afirman, que por abaratar costes se contraten o subcontraten servicios o productos elaborados por personas e incluso menores en condiciones casi de explotación (falta de seguridad, insalubridad y salarios indignos). No es moral deforestar, malgastar los recursos naturales, contaminar y degradar la tierra y el entorno natural con fines puramente lucrativos. Tampoco es moral imponer reglas de juego al comercio internacional que favorezcan sólo a unos pocos. Ni tampoco es moral producir bienes dañinos para la salud, el medioambiente y la vida humana, por muy necesarios que quieran hacer creer que son. Aunque el número de individuos «concienciados» es en apariencia pequeño, la presencia de las organizaciones multiplica el impacto de sus denuncias y contribuyen a que sean muchos los ciudadanos sensibles a mensajes negativos denunciados por aquéllas.
- Globalización y nuevas tecnologías otorgan mayor poder a las empresas, o sea, mayor responsabilidad en el desarrollo del sistema físico-social en el que operan.
- Cambios en los valores de los consumidores
El despacho inteligente no puede ignorar la importancia de ser respetuoso con su entorno, debe basar su comportamiento en la ética y la transparencia, admitiendo su responsabilidad social en todos los ámbitos con los que se relaciona y mantiene un compromiso; Socios, empleados, clientes, proveedores, Administración, competencia…
Es cierto que el sector de los despachos profesionales carece de los factores más evidentes de riesgo que tradicionalmente han llevado a las compañías a adoptar paulatinamente un enfoque socialmente responsable en la gestión de sus actividades. Frente a las compañías con actividad industrial, los despachos no son grandes contaminantes y no tienen una cadena de suministro basada en la actividad de terceros. Pero sí han tenido y tienen otros retos y riesgos en el desarrollo de su actividad.
El sector no es una rara avis al margen de los parámetros de esa eficiencia global, y tiene la magnífica oportunidad de crear valor para su actividad desde la participación en su entorno social.
El talento es el principal foco de atención al que se dirigen las acciones de RSC de los despachos, ya sean firmas grandes o medianas. Los equipos humanos son nuestro principal valor y, como tal, debemos cuidarlo y protegerlo para obtener la lealtad de los empleados hacia la empresa y ganarnos día a día su fidelidad. Para aplicar nuevas fórmulas para fidelizar a nuestros equipos y atraer a los mejores profesionales a nuestro proyecto hace falta apostar por la implementación de medidas que surjan de demandas reales.
La mejora continua de la formación profesional, la flexibilidad de la jornada laboral, y la implementación de medidas que favorezcan la conciliación entre la vida profesional y la personal son algunos de los aspectos que más preocupan a los profesionales del sector y por tanto, acciones para gestionar el talento que deben emprenderse desde la Dirección de un despacho inteligente, primando la idea de que, para mantener la relación de confianza de los clientes, es fundamental contar con un excelente grupo de profesionales y un buen ambiente de trabajo.
No es conocido el interés que ha despertado entre los despachos de tamaño mediano en España, el involucrarse en proyectos de carácter social en los que colaboran de una forma activa, comprometiéndose a promover y potenciar determinadas actividades.
Es cierto que el compromiso social de los despachos no trasciende, pues desde las firmas se suele informar más sobre cuestiones relacionadas con su actividad profesional (operaciones que se han cerrado; fichajes profesionales que se han incorporado al equipo; apertura de nuevos departamentos u oficinas; etc.), pero en los últimos años la responsabilidad social de los despachos va más allá de las puertas de sus sedes. Esta conducta o tendencia se percibe ya en la mayoría de los despachos de tamaño mediano.
En este sentido, existen numerosas firmas que colaboran de forma activa con distintas fundaciones apostando por proyectos concretos que se desarrollan desde determinadas instituciones, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Merece la pena destacar que la cooperación que se establece con estas organizaciones no se traduce directamente en aportaciones económicas, sino que se colabora canalizando ayudas a proyectos concretos, fomentando la integración socio-laboral de personas con discapacidad intelectual en las propias oficinas del despacho, ofreciendo asesoramiento jurídico gratuito, y dando a conocer su labor entre los clientes del despacho.
La acción social es una parte de la responsabilidad social, un complemento. Un despacho puede ser irresponsable a pesar de dedicar ingentes cantidades de dinero a donaciones a grupos desfavorecidos y asesoramiento sin contraprestación económica, si desatiende al resto de los públicos con los que se vincula. La acción social es importante, y seguro que los hará mejores cada día, pero las relaciones de confianza y respeto con los grupos más cercanos, como sus clientes y profesionales, son obligaciones.
El despacho inteligente, con la buena gestión de la Responsabilidad Social obtiene los siguientes beneficios:
- Aporta credibilidad al despacho.
- Es una política que cada vez la sociedad valora y premia más.
- Aumenta la fuerza y credibilidad para atraer a profesionales con talento. La imagen es reforzada por el orgullo de pertenecer a una organización con reputación de responsable
- Crea relaciones de confianza.
- Beneficia la reputación y la imagen del despacho.
- Permite diferenciarse positivamente de la competencia.
- Favorece la promoción y puesta en marcha de iniciativas y programas destinados a la comunidad y a la sociedad con el propósito de mejorar aspectos sociales de la vida en comunidad y en la sociedad.
- Mejora la comunicación y la comprensión de las expectativas y necesidades de todos los grupos de interés.