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El arte de tomar buenas decisiones

Nos ha llamado la atención el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ciencias Sociales que se ha otorgado en su XII edición a las psicólogas Susan Fiske y Shelley Taylor, autoras en el campo de la cognición social, el área que investiga la “mente social”, el estudio de los procesos cognitivos que usan los individuos para entender a otras personas y a sí mismos. Sus estudios y conclusiones sin duda ayudan a entender porque unas personas toman mejores decisiones que otras.
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Respecto a si se puede actuar sobre estos sesgos, Taylor responde: “Creo que buena parte de la cognición social es innata, en el sentido de que, por ejemplo, en cualquier situación social fijamos nuestra atención en los rostros de las personas; son la fuente más importante de información en la mayoría de las situaciones. Todo eso probablemente es innato, es difícil imaginar cómo hubiéramos sobrevivido como especie si no lo fuera. Pero más allá de eso, la mayor parte de lo que pensamos sobre las personas, y sobre todo personas concretas, lo adquirimos por nuestras experiencias, y por tanto las categorías o dimensiones que usamos para pensar sobre ellas son modificables a lo largo de la vida”.

Fiske está de acuerdo: “Forma parte de la naturaleza humana sentirse incómodo ante personas diferentes a ti. Te has criado en un entorno familiar, y si te encuentras con gente diferente no eres capaz de predecir cómo van a actuar. Pero hemos comprobado que si no surge ningún conflicto significativo, y no aparece un líder que explota la desconfianza entre ellos, las personas de ambos grupos acaban acostumbrándose las unas a las otras. Si conviven durante un tiempo, los estereotipos se acaban diluyendo”.

Psicología de la salud

Taylor es además una de las creadoras del área de psicología de la salud, en especial por sus aportaciones sobre cómo afecta el estrés a la salud, y cómo los factores sociales tienen la capacidad de amortiguar ese efecto. “Cuando empecé en este campo apenas había interés en la relación entre la mente y el cuerpo, o la psicología y la salud”, ha señalado. Pero a partir de su trabajo “cada vez más investigadores empezaron a interesarse, el campo no ha parado de crecer y ahora es una subárea fundamental de la psicología”.

Taylor entró en el área inspirada por una amiga con cáncer de mama; se preguntaba qué principios de la psicología social podían ayudar a mejorar la vivencia de tener un cáncer. Inicialmente escéptica, su investigación la llevó a descubrir que la reducción del estrés, logrado a través de las percepciones positivas y el apoyo social, tiene una relación más estrecha con el bienestar físico de lo que se creía entonces; de hecho, en las enfermedades crónicas es uno de los elementos que contribuyen a la mejora de la salud.

Sus resultados condujeron al crecimiento de un campo actualmente en auge. También abrieron nuevas líneas en la propia carrera investigadora de Taylor, relacionadas –de nuevo– con el papel de las interacciones sociales y los sesgos cognitivos. Taylor puso de manifiesto que el apoyo social, y sobre todo la percepción de que se disfruta de ese apoyo, mitiga el efecto del estrés en enfermedades como síndrome metabólico, hipertensión o diabetes. “El apoyo social es un elemento fundamental porque las personas no tendríamos viabilidad sin la sociedad”, apuntan Peiró y Salvador.

La investigación en psicología de la salud la llevó también al hallazgo de las ilusiones positivas. Este concepto se refiere a que las personas aplican un sesgo perceptivo optimista, que las sitúa en una situación mejor de aquella en la que están realmente, o les ayuda a atribuirse más capacidad de control y de superación. Taylor mostró que este sesgo contribuye a la mejora de la salud.

Así lo explica la propia galardonada: “Cuando Susan y yo investigábamos cómo piensan las personas sobre sí mismas y sobre otros, me daba la impresión de que tenían una imagen mucho más favorable acerca de sí mismas, y de su futuro, de lo que la realidad podían sostener. Esto empezó a fascinarme. Me pregunté cómo era posible que mantuvieran estos sesgos positivos a lo largo del tiempo, y su posible valor. Creo que estos sesgos son útiles, tanto desde una perspectiva emocional como cognitiva; sirven a las personas para verse a sí mismas como personas activas, respetadas por los demás, con mucho talento… Con frecuencia son ilusorios, pero tienen un claro valor adaptativo”.

El poder fortalece los estereotipos

El jurado también ha destacado la investigación de Fiske sobre cómo las relaciones sociales modulan la formación de estereotipos y prejuicios. La galardonada parte de la premisa de que las personas clasificamos rápidamente a los demás en categorías, basándonos en características obvias como la raza, el género y la edad. Ir más allá, señala Fiske, “requiere motivación”, y esta motivación procede por ejemplo de las relaciones sociales como la cooperación, la competencia y el poder.

En concreto, Fiske concluye que frente a una persona que tiene poder sobre nosotros, recurrimos a una vía lenta e individualizada de buscar información; en ese proceso se aplica menos el estereotipo. En cambio, cuando se está en una posición de poder, importa mucho menos conocer en detalle a sus subordinados, y resulta mucho más fácil asignar las características del grupo, los estereotipos.

“He dedicado la mayor parte de mi carrera a estudiar cómo intentar superar los estereotipos dañinos”, dice Fiske. “Hemos comprobado, por ejemplo, que cuando pones a las personas a trabajar en equipo, cuando son interdependientes y se necesitan las unas a las otras, entonces se preocupan mucho más de individualizar sus impresiones e ir más allá de los estereotipos raciales, de clase u otros tipos de sesgos discriminatorios. Si pones a trabajar a personas de diferentes grupos o categorías, y les dices que su bonus depende de que consigan un objetivo juntos, ¡es impresionante lo rápido que superan estos estereotipos!”.

Preguntadas sobre la posible aplicación de sus investigaciones a la actual situación de confinamiento provocada por el coronavirus, Taylor afirma que las ilusiones positivas pueden ser una forma de adaptarse y amortiguar el estrés que nos provoca el distanciamiento social, y destaca la importancia de mantener el soporte social recurriendo a las aplicaciones tecnológicas. También Fiske recuerda que como seres sociales es fundamental que nos mantengamos conectados, aunque sea telemáticamente.

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