“La innovación es el acto resultante de convertir las ideas en valor. Para innovar es preciso tener ideas, que se consiguen tanto estimulando a que fluyan de todas las personas de una empresa u organización, como observando cómo innovan los demás. La única manera de tener buenas ideas es tener muchas ideas. Pero no sirve de nada que en una empresa se generen ideas si no son analizadas en clave de qué valor aportan a alguien. En ese sentido, es innovación lo que el mercado acepta (eso es claramente lo que distingue una innovación de un acto de invención, generalmente resultado de un acto creativo individual).
El análisis del valor, de lo que aporta una idea respecto a todas las demás con las que convive, se ha convertido en un tema sustancial en innovación. Y en una sociedad del exceso, en el que la oferta es superior a la demanda en casi todo, las empresas proponen capas y capas sucesivas de valor. Antes, era de valor algo que simplemente funcionaba. Hoy, los aspectos funcionales son una condición necesaria, pero no suficiente. El estilo, la experiencia al usar o vivir una propuesta es mucho más importante como valor percibido, que la cosa en sí.
La innovación se produce en el input y en el output. Si la productividad es la variable económica fundamental, y ésta se define como el cociente entre output (lo que generamos) e input (los recursos que debemos usar para generar el output), podemos innovar tanto reduciendo el denominador (input), disminuyendo los costes de producción, por ejemplo, como aumentando el numerador (output), por ejemplo, aumentando el valor percibido de lo que producimos. En el primer caso, las opciones son básicamente dos: mover la fuerza de trabajo a geografías más baratas, o automatizar la producción para aquellas funciones que deban estar cerca del punto de consumo. En el segundo caso, para aumentar el valor hay que saber muy bien qué es lo que la gente considera como tal, como valor, y luchar permanentemente contra la comoditización natural de todo producto o servicio. En ese sentido, la innovación es luchar contra la comoditización.
El objetivo último de la innovación es generar resultados para la empresa, porque si no los consigue, la empresa no puede sobrevivir. Y un elemento fundamental para ello es saber gestionar la curva de inversiones y resultados: cuánto tiempo dedicamos a invertir en innovación, y cuánto tiempo necesitamos para recuperar esa inversión e innovar de nuevo. Gestionar adecuadamente el equilibrio entre la exploración de nuevos negocios y la explotación de esos negocios es una de las claves para poder seguir innovando, incluso en períodos de “vacas flacas”.
Una organización es tanto más innovadora cuanto no sólo genera ideas, sino que lo hace de manera permanente, ágil y rápida. El destino del innovador es ser copiado, y obligado a volver a innovar para poder sobrevivir. Por ello es tan importante el liderazgo en innovación, capaz de crear una verdadera “cultura inquieta” dentro de la empresa; hay que incentivar la innovación no sólo en el departamento de I+D, sino en todas y cada una de las secciones de la empresa, y también entre sus proveedores y clientes, que son, al fin y al cabo, la razón final de la empresa. La gestión, por parte de la empresa, de las ideas que el cliente tiene de lo que espera de esa organización como “valor”, será, posiblemente, el elemento puntual que marcará la próxima generación de gestión de la innovación.
Destacar finalmente que la innovación como algo abstracto no existe: la innovación son los innovadores. De la misma forma que no hemos inventado todavía la máquina que convierte datos en conocimiento o información en sabiduría, automáticamente, la innovación es una actividad que requiere básicamente de personas. El innovador es alguien que ve donde los demás no ven, pero que, sustancialmente, actúa haciendo. El innovador es un ejecutor, es alguien que hace, que arriesga y hace. Todo análisis sobre innovación debe tener en cuenta que detrás de ello hay personas, con su energía, con sus problemas, con sus crisis, con sus momentos de brillantez, con sus fracasos. El innovador es alguien que ve donde los demás no ven, pero que, sustancialmente, arriesga y hace.
La presión por innovar depende fuertemente del sector. Hay sectores que aún se están preguntando si es necesario innovar, mientras que otros han entendido que sin innovación no hay supervivencia. Por ejemplo, en la electrónica de consumo, la facturación de este año se debe en más de la mitad a lo que se introdujo en el mercado en los últimos 12 meses. Otros, sin embargo, llevan décadas sin cambiar básicamente de producto. Mi pronóstico es que todos los sectores se convertirán en sectores de ciclo de vida corto, o sea, en sectores en los que habrá que innovar constantemente para introducir en el mercado los productos de los que se vivirá a corto o medio plazo. No habrá sector que pueda vivir del pasado.
Y una de las mejores vías de innovación, y aquí va a haber muchas oportunidades para los servicios profesionales, es la combinación, la síntesis, la hibridación de productos, servicios, funciones, o modelos ya existentes. Una forma sostenible de innovación en los próximos años va a venir de combinar de forma creativa las dos formas de ver las cosas que tiene nuestra mente: la racional y la creativa. Habrá que superar la visión que impone el “o” entre opciones para dejar que domine la visión del “y”, que combina.
Para ello, se requieren equipos multidisciplinares que tengan la capacidad de trabajar conjuntamente y combinar su conocimiento; una acción conjunta de los profesionales de los tres ámbitos fundamentales de la empresa: diseño, operaciones y relación con el cliente. La gente de diseño está al día de lo que los competidores hacen; la gente de operaciones está al día de lo que las tecnologías más recientes permiten hacer, y la gente de cliente puede probar en tiempo casi real si las propuestas pensadas serán bien recibidas por el mercado. Finalmente, hay que decir que no hay innovación que prospere sin un entorno social que la acepte y la estimule. Y para que una sociedad sea prósperamente innovadora, hay que conectar aquellos elementos de la sociedad que hoy tienden a estar aislados, como las empresas establecidas, ya sólidas, y las empresas nuevas, más visionarias. O sea, el mainstream con el greenfield. Conectar a los nativos de un país con los expatriados que viven en él. Conectar el establishment con los retadores. Conectar lo viejo con lo nuevo. Conectar la escuela con la empresa. Conectar el upperground (lo que hoy domina el mundo) con el underground (lo que está bajo el suelo pero que pronto emergerá)”.