Un despacho que quiera adaptarse bien al mercado, precisamente, ha de saber escucharlo atentamente. Por ejemplo, interesándose por las noticias del sector, con encuestas a los clientes o con la asistencia a determinados actos. Pero también ha de utilizar la información que recibe por estas vías, sacando conclusiones y aplicándolas. Sin embargo, no siempre las iniciativas han de proceder de la titularidad de la firma, sino que los miembros de cada uno de sus departamentos han de tomar conciencia de su papel activo, mejorando el servicio que ofrecen a sus clientes, partiendo del “diálogo” que mantienen con el exterior.
Otro factor importante es que en los despachos no sólo se debe valorar y premiar las horas trabajadas y facturadas, sino también aquellas iniciativas que contribuyan incrementar su capital intelectual, por ejemplo, ideando nuevas metodologías o aportando ideas. Por tanto, una buena gestión del conocimiento es fundamental, y sobretodo compartir lo que se aprende.
Sin lugar a dudas, la actitud y el perfil del titular de una firma tiene mucho que ver con la adaptabilidad de la organización que dirige. Puede ser tanto una ayuda para el cambio como una barrera para el mismo. La dirección debe ser vista como líder de un esfuerzo en pos del cambio, y no como un simple elemento interventor. Ha de saber fomentar las nuevas ideas y apoyar los “experimentos”. En definitiva, arriesgarse.
¿Cómo puede saber un despacho que va por el buen camino? No sólo por el volumen de trabajo que realiza, sino también por la calidad del mismo. Es decir, es importante ver si se están haciendo cosas nuevas y si se desarrollan los conocimientos y habilidades. En definitiva, hay que evitar el estancamiento, por aquello del “renovarse o morir”.