En poco tiempo las cosas han cambiado. Los despachos han crecido, y por tanto, el número de profesionales y de clientes. Al mismo tiempo, éstos últimos suelen ser empresas, y por tanto son organizaciones por las que circula mucha información, que a menudo el asesor debe retener (y por tanto transformar en conocimiento). Por otra parte, los despachos reciben y generan cada día muchísima información, que a veces es importante y a veces no tanto, pero que se ha de seleccionar y almacenar. Y a toda esta situación hemos de unir los profesionales, que en muchos casos cambian de firma un par de veces en su vida, reteniendo o, para algunos, usurpando una información inestimable para el despacho “abandonado”. Pero la lista de acontecimientos no se acaba aquí: apertura de sucursales (que exige una circulación fluida de información, y por tanto una buena gestión del conocimiento); internacionalización de los despachos (más información, y más riesgo de que se disperse); competencia (necesidad de conocerla, a través de estudios de mercado, información en prensa, etc.). Información, información, información, y conocimiento.
Nos sobra información, pero al parecer lo que falta es tiempo para sentarse y decidir qué se hace con ella. O para charlar sobre ese cliente que hemos visto por la mañana. O incluso para plantearse que se están perdiendo muchos datos. O lo que es más grave, para enseñar a nuestros compañeros o compartir con ellos lo que hemos aprendido. Antes había menos medios tecnológicos, las cosas no sucedían muy rápidamente y por lo tanto, había tiempo para enseñar y aprender.
Hoy la velocidad a la que cambian las condiciones en las que se mueve una asesoría no permite transferir y administrar el conocimiento con los métodos tradicionales. No obstante, en el fondo, el problema continúa siendo el mismo: enseñar y aprender. La tecnología de la información ha puesto a su alcance las herramientas necesarias para lograr un manejo adecuado del conocimiento. Aplicaciones de gestión documental como los sistemas de administración de documentos, CRM para gestionar la relación con los clientes, las redes sociales, las áreas privadas de clientes, las videoconferencias, los grupos de discusión, las áreas privadas de empleados / intranets compartidos, etc. Sin embargo, curiosamente el sentido común que debe haber detrás del uso que se hace de la tecnología no es tan evidente.