La mayoría de las firmas han hecho algo en estas áreas, pero pocas han logrado un progreso auténtico. Más que triunfar en el cambio, la mayoría de las firmas profesionales hacen lo contrario: se resisten a él. Las viejas formas de hacer negocio persisten por inercia, y pocas firmas están dispuestas o son capaces de implementar cambios significativos en su forma de dirigir. Verdaderamente aparentan intentarlo: fijan sus principios básicos y anuncian grandes proyectos para poner en práctica, pero las tareas del día a día de la firma absorben muchos de sus esfuerzos, por lo que finalmente no logran una implementación exitosa de los cambios planificados. Por ello, en la mayoría de los casos, todo acaba siendo como siempre.
Desde nuestro punto de vista, esto ocurre porque no se planifica. El problema de la forma de planificar que tienen las firmas es que está repleta de deseos, metas, misiones y ambiciones, es decir, de lo que se desea que ocurra, y falta completamente el cómo se va a hacer que ocurra. Esto me hace venir a la memoria otra frase: “Idiota es alguien que sigue haciendo una cosa de la misma manera y espera conseguir resultados diferentes”.
En resumen y como conclusión si queremos que nuestra firma esté preparada para adaptarse al cambio, debemos planificar una hoja de ruta, basada en una serie de iniciativas y acciones que deberán ejecutarse año tras año.