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El paso de profesional a empresario es la clave para impulsar el crecimiento en un despacho profesional

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Este bagaje “histórico” le permite conocer la problemática a la que tienen que hacer frente sus colaboradores y empleados. En consecuencia, puede entender mejor sus demandas y saber hasta dónde puede exigirles.

Inconvenientes

Tener que simultanear bien ambas funciones es difícil, cada una de ellas le exige una serie de requisitos y esfuerzos:

Para ser un buen asesor es necesario un reciclaje continuo y un contacto permanente con los clientes. Si estos aspectos se abandonan por falta de tiempo, se va produciendo un distanciamiento progresivo de la profesión, que acaba redundando en perjuicio de su segunda función (conoce menos a los clientes y pierde actualización)

Para ser un buen administrador, es necesario invertir muchas horas en diseñar y llevar a la práctica las acciones que debe llevar a cabo la asesoría. Ha de conocerse el mercado, seleccionar bien el personal y administrar con prudencia sus recursos económicos.

El titular de la asesoría es al mismo tiempo el “director” y el compañero de los profesionales que trabajan con él y esto a veces puede hacerse difícil de armonizar o compatibilizar.

El paso de profesional a empresario

Pero, ¿cómo se convierte  un aseso  en empresario de su propia asesoría?, ¿qué aptitudes debería tener el titular de una asesoría? Sin ánimo de presentar una lista cerrada, destacaremos las que nosotros consideramos más importantes. Por una parte, y de forma esquemática, podemos hablar de tres frentes importantes que debe cubrir: el técnico, el organizativo y el comercial.  El primero se refiere a los conocimientos profesionales, el segundo a la capacidad de gestionar, y el tercero a las relaciones públicas.

Lo cierto es que por falta de tiempo no siempre es posible simultanear estas tres funciones. El titular, o bien acaba por concentrar todos sus esfuerzos en la gestión de la firma, o bien cede la misma en manos de un profesional para poder seguir ejerciendo como asesor.

El problema de convertirse exclusivamente en un gestor es que acaba por abandonar su reciclaje, perdiendo las facultades que tenía como asesor, pero esto es un peaje que todo titular debe decidir en un momento determinado en la evolución de su despacho, si lo quiere hacer crecer.

La titularidad compartida

Sin embargo, en el sector del asesoramiento jurídico, no siempre la titularidad del despacho está en manos de un sólo individuo. Si hablamos de una firma mediana o pequeña, a veces, ya desde el inicio está en manos de varios socios, mientras que en otras ocasiones los socios se van incorporando poco a poco, ya sea por antigüedad, por ejemplo, o por algún tipo de fusión.

En cuanto a las grandes firmas, el camino de entrada es un tanto más complicado, y perfectamente previsto y regulado. Hay que pensar que en estos despachos se establecen unas jerarquías que suponen la existencia de numerosos líderes a distintas escalas y con distintos poderes. En estos casos, llegar a socio suele ser un camino largo y complejo de entre 10 y 15 años, en el que la capacidad de liderazgo y la de adaptarse a la cultura de la empresa son requisitos básicos. Además, al menos teóricamente, se suele pedir una cierta solidaridad y generosidad con otros socios y compañeros, y como no, un exquisito cuidado en la relación con los clientes.

Ejemplo (real, aunque mantendremos el anonimato de la firma):

“El socio pasa por tres etapas:

  • Una primera en la que adquiere la condición y categoría profesional de Socio y se le atribuyen determinados derechos estatuarios.
  • Una segunda en la que adquiere la condición de socio titular.
  • Una tercera en la que adquiere la categoría de socio señor, cuando se cumplen 20 años desde el nombramiento de socio.

Los socios debaten y toman las decisiones en el Consejo General de Socios, que se reúne periódicamente.

El Consejo General de Socios decide políticas generales de la Firma. Así, decide las normas generales que deben aplicarse en relación a honorarios, retribuciones, minutación, selección, formación, inversiones, contabilidad, etc…Le compete también resolver todas las cuestiones relativas a la sociatura, nombramiento o separación de socios, relaciones entre ellos, cumplimiento de las normas estatutarias, su adaptación o interpretación, aprobación de cuentas y de la gestión social, etc…

Además de los socios, tienen categoría estatutaria y gozan de derechos especiales los Consejeros. Pueden ser denominados Consejeros los profesionales de reconocido prestigio que colaboran con el Despacho de forma permanente pero a tiempo parcial, los profesionales que se incorporan con avanzado grado de experiencia y reconocido prestigio y los socios del despacho después de su jubilación.”

 

A continuación, añadiremos un párrafo muy ilustrativo de la dificultad que supone querer simultanear las funciones de manegement en una firma con las de asesoramiento. Veamos:

El hecho de que los profesionales no deseen abandonar su actividad profesional a favor de una mayor dedicación en las actividades de “manegement” que la firma necesita, aconseja a que las responsabilidades colectivas (o de “gestión especializada”) se distribuyan entre diversos socios o en su caso Consejeros, con independencia de sus demás posiciones.”

Y para terminar, veamos el perfil que se le suele exigir a un profesional para que a la larga acabe siendo socio:

  • El optimismo: La prudencia profesional, propia del asesor, no está reñida con una actitud optimista y activa. El cliente mimetiza normalmente la actitud del profesional, por eso al actuar con optimismo y vitalidad se gana su confianza. Aunque las posibilidades de éxito sean pequeñas, si el cliente le encomienda la defensa de sus intereses, el profesional no ha de mostrar ningún rasgo de pesimismo.
  • La tenacidad. Hay que trabajar pensando que los casos, por difíciles que parezcan, tienen siempre una solución satisfactoria para el cliente.
  • El rigor y el estudio: El profesional está obligado a adquirir, mediante el estudio, los conocimientos que la profesión le exige.
  • El espíritu de equipo: El rigor, el estudio y la responsabilidad personal no están reñidas con el trabajo en equipo y el respeto a los compañeros.
  • La capacidad de organización  y planificación del trabajo: El profesional debe actuar de forma organizada, buscando que sus actuaciones sean consecuencia de una ordenada y reflexiva organización.
  • La capacidad de comunicación: No basta con tener razón, hay que conseguir que nos la den; no basta con saber cómo resolver un asunto, hay que gestionarlo para resolverlo. Los profesionales deben entrenarse para adquirir una buena capacidad de comunicación, tanto a través de sus escritos (dictámenes, escritos judiciales, contratos, cartas)como oralmente (reuniones, vistas, conferencias, negociación). Junto a la negociación, los profesionales deben formarse en las técnicas de la negociación.
  • La sensibilidad para considerar como propios los problemas de los clientes. .
  • Presentar una imagen personal cuidada y acorde con los estándares clásicos,
  • El buen comportamiento social. Pues los clientes nos depositan la confianza.
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